Hace algunos años ya que creé mi propio empleo.
Tras trabajar durante mucho tiempo como engranaje prescindible en una organización multinacional, predicando, iluso, que las personas somos el activo más valioso, me vi en la tesitura de reinventarme a mí mismo. Y en uno de los entornos económicos más turbulentos desde la Gran Depresión de los años 30.
No ha sido fácil. No lo es.
Sin embargo, muchas cosas han cambiado. Para mejor.
La manera en que trabajo en la actualidad no se parece en nada a la manera en que trabajaba en el pasado.
Flexibilidad
Como freelance, puedo desarrollar mi labor en cualquier momento y en cualquier lugar. Ya no me juzgan en función de las horas que paso en las oficinas, sino en función de los resultados observables que soy capaz de producir en el cliente.
Mi oficina va conmigo. Todo lo que necesito está en mi portátil, en mi tableta o en mi Smartphone. Y en “la nube”, claro.
Aprendizaje continuo
No es lo que sabes. Es lo que eres capaz de aprender. Eso es lo importante ahora. Por mucho conocimiento que tengas sobre una materia, cualquiera puede tener acceso a ese, y a mucho más, tan solo con teclear unas palabras clave en Google.
Es la capacidad para buscar información, seleccionarla y organizarla. Es la capacidad para aplicar lo que aprendes a nuevas situaciones. Aprender y adaptarse.
Es la capacidad para construir tu propio entorno personal de aprendizaje.
Y no parar de aprender, elaborar, compartir y aplicar conocimiento.
Colaboración
Como formador vocacional disfruto compartiendo lo que aprendo. Recuerdo cómo aborrecía las reuniones a puerta cerrada, las intrigas palaciegas, la retención y la manipulación de la información como herramientas de poder.
Colaborar y compartir la información, a través de múltiples plataformas, enciende la creatividad, la innovación y aporta valor a las personas con las que interactúas.
Hoy en día cualquier persona puede grabar con su móvil o con un programa de captura de pantalla, cómo instalar una impresora, o cómo programar en SAP. Y compartirlo con sus compañeros de trabajo. O con todo el mundo.
Construye su autoridad. Su marca personal. Y eso si que es el activo más valioso.
Sospecho que más pronto que tarde todos los empleos se terminarán pareciendo al mío.
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