Desde su nacimiento, he sentido fascinación por cómo mis hijas aprenden, desarrollan sus talentos, muestran curiosidad por conocer y se divierten resolviendo retos. Y, durante algún tiempo, cometí el error bienintencionado de no parar de alabarlas, diciéndoles lo inteligentes y lo brillantes que eran.
Sin embargo, gracias a la ayuda de mi cuñado Luis, descubrí el libro La actitud del éxito, de la profesora de Stanford, Carol Dweck, que me iluminó sobre los riesgos potenciales de esta manera de educar.
Y, de paso, me aportó muchas respuestas a preguntas que me había venido planteado durante mis años como responsable de gestión del talento en la empresa.
Según Dweck, existen dos tipos de mentalidad. Los que tienen una perspectiva “rígida” y creen que sus talentos y capacidades están escritas en piedra. O como solía decir de manera coloquial un antiguo jefe mío, “el que nace lechón, muere cochino”. Y los que tienen una perspectiva de “crecimiento”, que piensan que sus talentos y competencias pueden desarrollarse. Los de la perspectiva “rígida” viven los retos como una prueba de su valía, mientras que los de la perspectiva de “crecimiento” lo viven como una oportunidad para aprender y crecer.
¿Y cómo se construyen estas mentalidades? Cuando repetimos a las personas lo inteligentes que son, o lo torpes que son, alimentamos la creencia de que “son” así, de que han nacido así. Cuando se enfrentan a nuevos retos, sienten una gran presión, pues temen fracasar y quedar en evidencia. Por consiguiente, los rehúyen o tienden a justificarse. Ven el esfuerzo como algo sin sentido. Los éxitos de los demás los viven como una amenaza, y, por tanto, tienden a combatirlos o devaluarlos.
Cuando recompensamos el esfuerzo, la dedicación, la persistencia, fortalecemos la mentalidad de “crecimiento”. Las personas tienden a enfrentarse a los retos como una oportunidad de aprender y desarrollarse. Persisten ante los fracasos. El esfuerzo es su manera de aprender. Y los éxitos de los demás, son una fuente de inspiración y de aprendizaje, observando cómo otros lo consiguen.
Recuerdo cómo algunos mandos de la empresa en la que trabajé durante muchos años, tendían a etiquetar a algunas personas como con alto potencial y las colmaban de privilegios, mientras que a otras las clasificaban como estancadas, sin potencial, y no les daban participación en nuevos proyectos o les dificultaban el acceso a la promoción o, incluso, a la formación. Y mantenían fija su opinión a lo largo del tiempo.
Sin embargo, otros mandos animaban a las personas de su equipo a esforzarse, a persistir, a dedicarle más. Y eran ellas mismas las que desistían de seguir asumiendo retos, las que tenían una perspectiva “rígida” de sí mismas, o bien decidían seguir desarrollándose, las que tenían una mentalidad de “crecimiento”.
¿Qué tipo de mentalidad impera entre las personas de tu organización? ¿Qué tipo de perspectiva forma parte de la cultura de la empresa? ¿La “rígida” o la de»crecimiento»?
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